No todo está perdido para nosotros, pero tampoco para ellos
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No todo está perdido para nosotros, pero tampoco para ellos

Mauricio Villanueva, referente local de Patria Grande, analizó qué impacto pueden dejar las elecciones en Brasil para la Argentina y la región.

El triunfo de Bolsonaro en Brasil, más allá de los resultados que arroje el balotaje, es una nueva señal de alarma para los sectores populares. Ya no sólo para el análisis de la frágil democracia brasileña, sino también para poder dilucidar el poder que juegan ciertos sectores vinculados al stablishment y otros actores de importancia por su magnitud como los religiosos.


Que un personaje otrora un militar con muy poco brillo y sin destacar como diputado, que hasta acá sólo era un personaje oscuro pero pintoresco, al estilo Olmedo o quizás Biondini en Argentina; que despliega una misoginia, un alarde de fascismo y que llegó a dedicarle su voto contra la destitución de Dilma Rousseff a su torturador consiga tal porcentaje de votos no puede menos que generar una gran preocupación para el pueblo brasileño que abraza la vida democrática. Y para Argentina una profunda reflexión sobre si en nuestro país no puede pasar algo similar en este caso con la continuidad en las urnas de un gobierno netamente antipopular.


La crisis de la democracia brasileña parecía haber llegado a su punto máximo con el golpe institucional y consecuente destitución de Rousseff, conjuntamente con la proscripción a Lula Da Silva. Sin embargo se han conjugado varios factores para encontrarnos con este resultado. La crisis de representatividad y la despolitización de amplios sectores de la sociedad permiten que el golpe sea presentado por O Globo y los grandes medios de comunicación como “el restablecimiento de la democracia”. Poca gente con interés político podría aceptar esta falacia y sin embargo fue de esta manera dando lugar al gobierno de Temer, que barrió con derechos históricos alcanzados durante los gobiernos precedentes.


En Argentina el piso de politización alcanzados por la sociedad en los gobiernos kirchneristas parecería ponernos en otra situación, aunque fue creciente la despolitización y el descreimiento en estos últimos años. Deberíamos creer quizás que aún no estamos ante una crisis de representatividad, al contrario varios indicadores advierten un marcada polarización entre el kirchnerismo, más precisamente en la figura de CFK, y la alianza Cambiemos. Esto expresado además en las elecciones legislativas de 2017, no parece que nos encontremos ante un contexto como el que arrojó la crisis del 2001 y el que se vayan todos no tendría cabida aun en el marco de polarización actual.

Sin embargo sería un error de los y las militantes de los sectores populares creer que la derrota del macrismo es un hecho ante la posible caída de la imagen positiva del gobierno. Lejos estamos de poder asegurar un triunfo popular, y lo de Brasil debería hacernos abrir bien los ojos para entender a que nos enfrentamos, no sólo a los grupos hegemónicos de poder sino a sectores vinculados al gobierno con amplia influencia en sectores populares como las iglesias cristianas de diverso tipo (católica y evangélicas) que expresaron un evidente poder político en el marco de las discusión en el Congreso sobre la interrupción voluntaria del embarazo.

Es clave repensar como derrotar a cambiemos, con que marcos de unidad sobre todo y como transformar el vamos a volver en cómo. Redoblar la militancia popular como si fuera un imposible donde hay que dejar todo para lograrlo, para que quede claro que los derechos conseguidos por el pueblo no fueron obra divina y que la pérdida de ellos no es obra del destino sino de dos proyectos de país antagónicos. Ese es el desafío, dejar mezquindades de lado, sumar voluntades y militancia como para derrotar al neoliberalismo y parar un gobierno popular tan necesario como profundo para que la derecha no consolide su proyecto anti-pueblo y nos encaminemos a la reconstrucción de lo que va a dejar Cambiemos. Ya no sólo pensando en Argentina sino en darle aire fresco a la región azotada por la restitución neoliberal (y hasta podríamos conjeturar filo fascista)

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