Micromachismos: la violencia de género en su formato silencioso y cotidiano
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Micromachismos: la violencia de género en su formato silencioso y cotidiano (por M. Martínez Reina)

La violencia de género es un flagelo social que se manifiesta en distintos ámbitos y se expresa de diversas maneras. De acuerdo al momento histórico en el que nos encontremos, será percibida de diferentes formas. Si bien existe desde la antigüedad, durante gran parte de la historia la violencia de género estuvo naturalizada y no era considerada un problema social. En los últimos treinta años, comenzó progresivamente a visibilizarse, y actualmente las mujeres y las identidades disidentes conquistaron una serie de derechos y leyes que las protegen.

Desde distintos espacios se busca concientizar acerca la violencia de género. Es frecuente que en los medios de comunicación se entreviste a especialistas en la materia, quienes ponen énfasis en aspectos como la prevención, cómo actuar frente a una situación de violencia física, en qué lugar hacer la denuncia, etc. Generalmente el foco está puesto en lo que respecta a la expresión más extrema de la violencia de género, que es la que conduce a la muerte: los femicidios, episodios que crecen a gran escala cómo reacción de la violencia machista frente al avance de leyes y derechos que hemos referido. De lo que se habla poco y nada en los medios de comunicación es de aquellos formatos más sutiles y cotidianos de la violencia de género, los cuales parecen inofensivos pero se constituyen en la base sobre la que se erige la violencia machista.

De este modo, consideramos muy necesario reparar en aquel machismo silencioso y sutil, que no mata y pasa desapercibido. Se trata de los micromachismos, los cuales se expresan en la vida cotidiana y están socialmente aceptados. El concepto fue acuñado en 1990 por el psicoanalista argentino, Luis Bonino. Hablar de micromachismos hace referencia a aquellos comportamientos masculinos que buscan reforzar la superioridad de los hombres sobre las mujeres. Esto se desarrolla en el marco de una sociedad estructurada desde la lógica del patriarcado, y se pone en evidencia en distintos ámbitos como en la vida doméstica, el trabajo o la escuela.

Los micromachismos se pueden visualizar, por ejemplo, en aquellos juegos que históricamente han sido socialmente considerados de niños y de niñas. Mientras los autitos o la pelota están destinados a los niños, los juguetes diseñados para las niñas son aquellos como las muñecas o la cocinita. Esta división tajante que se realiza en los juguetes, favorece a la reproducción de los estereotipos de género. De este modo, las niñas jugando a ser mamá son entrenadas desde pequeñas para que en la vida adulta se aboquen a las tareas domésticas, al cuidado de los hijos y a satisfacer las necesidades afectivas del grupo familiar. En este sentido, consideramos esencial el abordaje de los micromachismos en los distintos ámbitos como el educativo. En la medida que esos “micro – casi imperceptibles – machismos” no sean identificados, problematizados y trabajados, difícilmente se pueda alcanzar la igualdad de género.

Situaciones de público conocimiento como el asesinato del joven Fernando Báez Sosa, a manos de un grupo de pares nos interpela, poniendo en evidencia la invisibilización de las violencias en los distintos escenarios. La pregunta que muchos se hacen es si la violencia de estos jóvenes pasó inadvertida por sus respectivas familias, por las instituciones en las que realizaron sus trayectorias escolares. Muy probablemente hubo señales silenciosas de alarma en estos jóvenes que progresivamente se transformaron en situaciones de violencia física y que el asesinato de Fernando fue el corolario de ese recorrido. De ahí la necesidad de realizar una reflexión profunda hacia el interior de las instituciones educativas, promoviendo la revisión de las prácticas profesionales, a fin de poder problematizar lo que está ocurriendo y generar así estrategias de intervención efectivas. Consideramos fundamental que los docentes puedan revisar sus prácticas para identificar si son violentas o agresivas desde lo discursivo. Si existen micromachismos en el ámbito escolar, estos deben ser visibilizados y problematizados.

Matías Martínez Reina

No olvidemos que los niños, las niñas y los adolescentes replican lo que observan de los adultos, sean estos sus docentes o integrantes del grupo familiar. Por este motivo, es de suma importancia que desde la escuela se habiliten espacios para que las temáticas de las violencias sean trabajadas no sólo con los estudiantes, sino también con sus las familias. El trabajo que se realiza en la escuela debería tener una participación activa de las familias y un impacto transformador en la comunidad. Para que esta transformación sea posible se requiere de un compromiso genuino por parte de todos los actores institucionales, en un marco de corresponsabilidad con el resto de los organismos que deben velar por la plena vigencia de los derechos de los niños/as, adolescentes y jóvenes.


Por: Matías Martínez Reina

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