Una buena compra en un pésimo momento
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Una buena compra en un pésimo momento

Diego Ballini, vecino de Campana y frecuente colaborador de Código Plural, analiza la compra de parte del gobierno nacional de Javier Milei de 24 aeronaves F-16 a Dinamarca, y su decidida postura geopolítica de alinearse a Estados Unidos y a la OTAN.

Los F-16 son cazas supersónicos de alta maniobrabilidad que pueden detectar objetivos en condiciones climáticas adversas | Copyright (C) Nick Jennings

Moría el mes de noviembre de 2015, y junto a él, en un multitudinario festival aéreo, todo el sistema Mirage (III/V), agotados hasta el límite, en sus más de 130.000 horas de vuelo, repartidas en 43 años de servicio, destacándose un centenar de misiones en combate real, llevadas a cabo durante la guerra de Malvinas.


Recuerdo ese momento entre nostalgia y tristeza, a sabiendas de que nuestro país perdía la capacidad de intercepción supersónica de toda aeronave civil o militar que volase a cualquier altitud y velocidad dentro de nuestros cielos. También se reducían las capacidades de combate aéreo, quedando en manos de un pequeño número de A4-AR subsónicos, emplazados en la provincia de San Luis, cazas/bombarderos estadounidenses que llegaron en el año 1998 representando la última compra de aviones de combate para la fuerza en casi tres décadas, hasta la formalización por parte del Ministerio de Defensa de la Nación de la compra del sistema F-16 al gobierno de Dinamarca. Modelo que originalmente fue a buscar Argentina en los noventa, pero negado desde EEUU por lo moderno que era en ese momento, y por presiones británicas. Nos ofrecieron, en cambio, los ya mencionados y veteranos A4 con algunas modernizaciones en tecnología propias del F16, pero, en definitiva, un avión viejo, con capacidades reducidas y armamento limitado a corta distancia de acción. Estábamos “castigados” por hacerle la guerra a una potencia de la OTAN y no iban a permitir un rearme potencialmente peligroso para el Reino Unido.

El ministro de Defensa, Luis Petri, en Dinamarca, para la firma del acuerdo de compra de 24 aviones de combate F-16. “Es la compra militar más importante desde la vuelta a la democracia”, aseguró.

Entrando al siglo XXI, la Fuerza Aérea Argentina tenía muy presente la obsolescencia del sistema Mirage, y la necesidad inmediata de su reemplazo por elementos tecnológicamente a la altura de nuestros vecinos que nos habían superado en cantidad y calidad. Por ejemplo, Chile acababa de adquirir 10 unidades F-16 nuevas “Block 50”, la variante más moderna del planeta, sumadas a 36 “block 15” usadas, con un nivel de actualización bastante similar a los recién adquiridos por el gobierno de Milei (entrando en comparaciones, en 2025 vamos a estar operando el mismo sistema que Chile maneja desde hace 18 años).


Como respuesta a estas necesidades, llegaron ofertas de naves provenientes de diversos países. La más cercana de concretarse fue la acercada por Israel, ese mismo 2015, con sus Aviones Kfir C10, ya que se ajustaba ampliamente a los requerimientos de la FAA de adquirir un sistema dotado con equipamiento y armamento avanzados, a un precio accesible, que garantizara el adiestramiento del personal hasta la llegada de un caza de nueva generación, lo que significaría una inversión mucho más importante y significativa para las reservas del país. Esta posibilidad se esfumó debido al cambio de administración a finales de ese año, y la intención de concretar una compra de aviones por parte del sector político no se renovó hasta mediados de 2022, cuando una comitiva argentina viajó a China para una evaluación integral de los Cazabombarderos JF-17 de manufactura Chino/Pakistaní, ofrecidos junto a un amplio abanico de armamento moderno, y equipamiento complementario con grandes opciones de financiación. Tiempo después, se manifestó en el país la posible firma de un memorándum para formalizar las negociaciones como también la inclusión del modelo chino en el proyecto de presupuesto.


Desde mi punto de vista, la intención de adquirir material oriental jamás estuvo en carpeta de la Fuerza Aérea (operadora histórica de material norteamericano y francés), sino que se utilizó la propuesta como una estrategia para sacudir el tablero geopolítico de la región, siendo conscientes de que Estados Unidos, en la puja por evitar la llegada del gigante asiático al plano militar sudamericano, se vería obligado a mejorar las condiciones, financiación y concesiones de su oferta original por los F-16, vía Dinamarca, que se encuentra en un proceso de modernización de su flota por los modernísimos F-35. Para que se entienda, si bien los aviones de guerra son de propiedad danesa, al ser de origen norteamericano, necesitan de su consentimiento expreso para poder transferirlos a otro país. EEUU elige qué tipo y cantidad de armamento de su manufactura puede ser adquirido y operado por sus aliados e interviene en los acuerdos de terceros, como en este caso.


En definitiva, el “plan” funcionó, para mediados de 2023 EEUU se movió con celeridad, y aprobó vía Congreso la venta de las aeronaves, más un paquete de apoyo financiero y la opción superadora de armamento que incluye misiles de medio alcance y bombas guiadas, entre otros elementos, sorteando esos antiguos, pero vigentes vetos y objeciones elevadas por Gran Bretaña cada vez que el gobierno argentino buscó aumentar y modernizar su capacidad militar luego de Malvinas. Sin embargo, el fin de año nos encontró con un nuevo cambio de administración, por lo que el gobierno saliente decidió dejar en manos de su sucesor la elección final del sistema de armas, situación resuelta con llamativa inmediatez en un clarísimo mensaje de alineamiento geopolítico con la OTAN.


De repente, entre administración saliente y entrante se puso fin a casi 10 años de idas y vueltas, ahora la Fuerza Aérea Argentina recupera las capacidades perdidas, adquiere otras nuevas y cuenta con una nueva columna vertebral para la defensa de los intereses de la Nación. Se adquirió a un muy buen precio (US$650M, con un pago inicial de US$40M subsidiado por EEUU + tasa del 2% anual), un elemento que no es el más moderno ni el más capaz de la región (Brasil, Chile, Venezuela y en Malvinas operan aviones superiores), quizás en el momento mas inoportuno del siglo, producto de la desesperante situación económica y social en la que estamos sumergidos, con prioridades aún en el ámbito de defensa, que a mi ver son imperativas, como recuperar la capacidad submarina perdida con el ARA San Juan en 2017, o de vigilancia aérea en nuestro depredado y poco cuidado mar argentino.


Cabe mencionar que el gasto no se termina con la compra del avión. Antes de su llegada, es necesario efectuar un conjunto de inversiones para readecuar y modernizar íntegramente las instalaciones de la VI Brigada Aérea de Tandil que se encuentran obsoletas, enviar al personal involucrado en la operación y mantenimiento a Europa para meses de exhaustivas prácticas y capacitaciones y desembolsar otra buena cantidad de dinero en la compra de al menos un avión cisterna, para reabastecer de combustible en vuelo a las aeronaves, ya que su sistema es incompatible al empleado actualmente en Argentina.


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