“Tuve la obsesión egoísta de querer hacerlos aparecer”
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“Tuve la obsesión egoísta de querer hacerlos aparecer”

Pablo Díaz es uno de los sobrevivientes de la “Noche de los Lápices”. En una entrevista en vivo por Instagram, recordó a sus compañeros desaparecidos, contó por qué realizó la famosa película y se refirió al juicio por los delitos cometidos en los centros clandestinos del Pozo de Banfield y Quilmes. Por Florencia Aguilar.

Díaz fue uno de los cuatro sobrevivientes de aquella noche oscura, en la que la dictadura secuestró, torturó y asesinó a estudiantes que habían participado de una campaña por el boleto estudiantil, considerada por las Fuerzas Armadas como ''subversión'' en las escuelas.

Entrevista de Florencia Aguilar a Pablo Díaz, a apenas horas del juicio de El Pozo de Banfield y Quilmes

  • ¿Cuál fue tu primer contacto con la militancia política?

Todos los chicos que están en carácter de desaparecidos tuvieron y tuvimos dos o tres años de vida, no más. Si nos vamos a Claudia Falcone, que tenía 16 años, o a Panchito López Muntaner, que tenía 15 años, indudablemente uno no puede ir muy para atrás en cuanto a la vida. Siempre digo que uno tiene memoria continua a partir del primer año de la secundaria. Hay que ubicarse en que la ciudad de La Plata es una ciudad netamente universitaria, con una periferia fabril de Berisso y Ensenada y estaba muy convulsionada en esos tiempos. Todos teníamos hermanos mayores en la universidad y teníamos un sentido de los centros de estudiantes universitarios. En 1973 decidimos bajar los Centros al ámbito de la escuela secundaria, pero salió una resolución del Ministerio de Educación de la Nación que decía que éstos tenían que ser dirigidos por autoridades de la escuela. Nos opusimos porque necesitábamos y requeríamos nuestra propia organización y la búsqueda de nuestra síntesis como estudiantes y adolescentes. La consigna se llevó a cabo sobre participación y centros libres. Logramos esa lucha y conseguimos organizarnos nosotros mismos. En los colegios dependientes de la Universidad Nacional de La Plata, las elecciones fueron a través de las agrupaciones político partidarias: estaban los peronistas, los radicales, los comunistas, los socialistas. En otros colegios fueron con nombre de fantasía y, en otras escuelas, como en mi caso, se dio con dos delegados por división (un titular y un suplente) que iban a una asamblea y se llegaba a la elección de un presidente y de secretarios de comisiones.

  • ¿Cómo comenzó la lucha por el boleto estudiantil secundario?

En 1975, en una crisis económica muy profunda, los compañeros de los colegios industriales de la zona de Berisso y Ensenada, que sus padres eran trabajadores fabriles, los compañeros de las escuelas de oficio y los de las escuelas nocturnas, que trabajaban de día, plantean el boleto estudiantil secundario gratuito. El boleto significaba un costo muy grande para los compañeros. El boleto estudiantil secundario tiene una instancia solidaria y de movilización. Ningún derecho social, estudiantil o trabajador nace de un repollo, sino de antecedentes históricos.

  • ¿Y qué pasaba fuera del ámbito escolar?

Los centros de estudiantes que estábamos organizados en diecinueve escuelas hicimos la Coordinadora de Estudiantes Secundarios. En esa coordinadora salió una Comisión de Apoyo Escolar en los barrios populares, como también en ir a trabajar en forma solidaria a esos barrios. Para nosotros, que teníamos el individualismo del consumo de nuestras familias de clase media, ir a los barrios populares no dejaba de ser un descubrimiento de la pobreza. Algunas veces fuimos con los compañeros universitarios de la Facultad de Medicina y se realizaron operativos de vacunación. En ese tiempo, paradójicamente a lo que estamos viviendo ahora, había una enfermedad que se llamaba Mal de Chagas, que era producto de un insecto que se llamaba la vinchuca. Había que pintar las casillas y hacer correr el agua estancada. Esto lo digo porque de ahí nos nació la sensibilidad social. Teníamos, muchos de nosotros, la instancia inspiradora de la política por un pensamiento crítico ya emanado desde nuestras propias experiencias. La sensibilidad social nace de la vergüenza de la pobreza, y el adolescente y el joven le agregan el amor, porque sabe que la felicidad es con otro. Nuestra identidad se forjó en la calle, entre el amor a nuestras compañeras, a nuestros compañeros. Se forjó en los poemas. No hay que olvidarse que, de los 346 adolescentes desaparecidos o asesinados, todos escribían poesía y nuestras compañeras tenían un diario íntimo en que escribían a quién querían, amaban, qué deseaban y qué soñaban. Entre el hecho de poner en un poema “te amo” y “te quiero”, poníamos “cuándo íbamos a poder cambiar el mundo”. Para nosotros, el mundo era esos barrios populares, eso soñábamos cambiar. Y al amor se le agregó el compromiso.


Entendimos siempre que la oportunidad está donde se nace, porque lo vivíamos. Porque Víctor Treviño, un sábado a la mañana cuando me pasa a buscar y yo me robo de mi casa yerba, arroz, azúcar, porque lo teníamos, porque la clase media lo tiene, y entrábamos a un barrio, veo que él estaba lagrimeando y le pregunto: -¿Qué te pasa?. Me responde: ¿Cuándo voy a poder sacar a Patricia de acá? Patricia era la hermana de un compañero, de la cual se había enamorado. Pero esos son los sueños de los jóvenes, de los adolescentes. Esa es la sensibilidad social: la capacidad de llorar, de sufrir y de la felicidad en función de cuando vos recuperás la posibilidad de que el otro pueda ser feliz.

Pasillo de la Memoria en la UTN de Avellaneda recordando a los seis estudiantes que permanecen desaparecidos luego de ser secuestrados en la Noche de los Lápices: Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel A. Racero y Horacio Ungaro (Foto de Sergio Moises Panei Pitrau)
  • ¿Sus padres sabían de la militancia de ustedes?

Mis padres no sabían. Ellos, como testigos de varios golpes militares, tenían miedo a nuestra participación. Junto con la represión física está la ideológica. Una de las necesidades del último golpe cívico militar fue hacer desaparecer a la persona física, pero también a su capacidad de solidaridad colectiva. Nuestros padres eran individuales, libertarios de consumo. Pensaban en sí mismos sobre la instancia de la recreación, del poder económico y de la felicidad. No había sobremesa familiar en la que nosotros podíamos decir nuestra propia identidad. El adolescente a los 15 o 16 años ya tiene su identidad sexual, política, social o religiosa, pero no la podíamos manifestar en la mesa porque teníamos lo correctivo de nuestros propios padres: lo que ellos creían, no lo que nosotros podíamos creer. No nos veían como sujetos políticos, que el adolescente ya de por sí lo es. A los 16 años me voy a vivir con mi abuela porque mi padre me encuentra hablando con mi mamá del Che Guevara y me echa de casa. Mi abuela me dejó ser peronista y me escuchaba. El adolescente tiene la militancia clandestina en la calle: ahí tiene los secretos, con un compañero o una compañera. Más en nuestra generación, donde nuestros padres y abuelos eran netamente autoritarios. Los adolescentes éramos estigmatizados: no podíamos tener capacidad crítica. De todas maneras, había excepciones. Los padres de Claudia Falcone eran militantes peronistas, entonces ella tenía más flexibilidad en su militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).

  • ¿Qué ocurrió a partir del golpe cívico militar de 1976?

A partir del golpe, se cierran los centros de estudiantes, se prohíben las agrupaciones políticas partidarias y empezábamos a ver ausencias de profesores y directores, de maestros inspiradores (aquellos que nos daban la posibilidad de la palabra, que sabían nuestros nombres al entrar al aula, que nos preguntaban qué nos pasaba en los conflictos sociales o en nuestra propia casa). Nosotros generamos una resistencia, que fue pintar en los baños de las escuelas “Fuera la dictadura militar” y “Reapertura de los centros de estudiantes”, porque eran el mecanismo organizativo y de encuentro. En agosto de 1976, la Jefatura de la Policía de la provincia de Buenos Aires, intervenida por el Ejército Argentino plantea que luego de la represión sobre los sectores universitarios, barriales y obreros, tenía que hacerse la represión sobre el movimiento estudiantil secundario y generar una paralización a través del terror. Se produce el secuestro sistemático de estudiantes secundarios, que generaban un tipo de liderazgo.

  • ¿Qué fue “La noche de los lápices”? ¿Por qué se la considera un símbolo?

La Noche de los Lápices se cierra en el asesinato de seis adolescentes, donde pasan a tener una instancia simbólica que es la incertidumbre de sus vidas. La desaparición forzada es la duda permanente de dónde están, qué es lo que pasa, qué es lo que puede pasar. Son esos seis compañeros que viven en el Pozo de Banfield durante más de tres meses cuidando a compañeras embarazadas. Por eso esa larga agonía hasta su asesinato. Yo tengo un salvoconducto final y me convierto en testigo.

  • Luego de la madrugada del 16 de septiembre cuando secuestran a tus compañeros y compañeras, ¿cómo transcurrieron esos días siguientes para vos?

El 16 de septiembre no estaba durmiendo en casa, sino en lo de un amigo. Cuando el 17 voy a la escuela, un compañero me dice: “ojo, te están buscando”. Me escondo, no voy ni siquiera a la casa de mi abuela. Duermo durante dos días en una estación de servicio donde un compañero de mi escuela era sereno. Luego, llamo a mi mamá y me convence de que vuelva a casa. Antes de volver, tengo una conversación con mi padre. Vuelvo y ahí es cuando me secuestran a la noche. Mi padre me pregunta qué había hecho de mi vida para que me buscaran. La clase media se avergonzaba si su hijo era secuestrado, porque podía ser subversivo. Cuando me secuestran, y los chicos del barrio van a preguntarle a mi madre dónde estaba, ella, de vergüenza, les dice que yo había ido a Misiones, a la casa de una tía.

Clásico stencil de ''La Noche de los Lápices'' plasmado en paredes y remeras
  • El 21 de septiembre te secuestran. ¿Cómo fueron los días en el centro clandestino de detención Pozo de Arana?

En el campo de concentración de Arana, estoy una semana en una instancia de tortura continua. Me pedían el nombre de otro amigo, porque eso fue generando cadenas de desaparecidos y otros secuestrados.

  • ¿Cómo fue el reencuentro con los chicos en el Pozo de Banfield?

Cuando llego al Pozo de Banfield, no hablo por mucho tiempo, hasta que alguien pregunta quién llegó. Escucho las voces conocidas de los chicos y digo: “soy Pablo”, y ahí me los encuentro. Para mí fue una protección, fue como cubrirme. Volví al grupo de la calle, al grupo de compañeros. Y al estar de espalda con espalda de Claudia durante más de tres meses, por una división de diez centímetros, sin saber el día y la noche, al hablar, al preguntarme ella: “Pablo, ¿estás despierto?”, o yo: “Claudia, ¿estás despierta?” y hablar, me enamoré.

Me enamoré por la necesidad de protegerme. Pasamos Navidad, donde nuestros deseos eran “papá y mamá”, porque no hay héroes. Pensábamos en milanesas si teníamos hambre, en juntarnos en una plaza y tomar cerveza, en nuestros sueños. Porque esa es la militancia: es el amor, un perfume, una flor. Y el hecho de cantar juntos, al margen de no caminar, porque nosotros ya estábamos para la muerte, para el asesinato y hubo un momento en que lo pedíamos por soledad. Nosotros nunca militamos pensando en ir a la muerte, pensamos en reproducir la vida, en el beso.

  • ¿Cómo fue el momento de tu liberación y tu paso al PEN (Poder Ejecutivo Nacional)?

Cuando me llega el salvoconducto de esperar a las compañeras embarazadas que tengan familia, que fue sobre diciembre de 1976, mi padre pudo llegar a un Coronel, que decidía sobre la vida y la muerte y que le pidió plata. Pagó mi vida con recursos económicos de mi familia. Voy a “un proceso de recuperación” y estoy cinco años preso legalmente.

  • ¿Cómo recordás a María Claudia Falcone?

Cuando me llega el salvoconducto, pido ver a Claudia. Me llevan a su calabozo alzado, porque no caminaba y, cuando estoy con ella, le digo: “vamos a salir”. Entonces, ella me dice: “Pablo, yo no voy a poder ser más mujer, porque me violaron”. Siempre creí que eso era una anécdota al lado de la soledad, del encierro, del dolor del campo de concentración, y no lo era. Lo más preciado que tiene una compañera es la decisión de con quién hace el amor, es su cuerpo. Hoy me doy cuenta que fue una adelantada también en el hecho del género. Si ella hubiese salido y hubiese quedado embarazada por un perverso, yo la hubiese acompañado a que no lo tenga, si me lo hubiese pedido. Creo que ahí radica el amor.


Recién hace un año y medio, dos fiscales me preguntaron si había tenido abuso, siendo que muchas veces testimonié en los juicios sobre las violaciones y los abusos a ellas y ningún juez adulto me paró para que le cuente ese delito. ¿Era anécdota también para ellos? En ese último día, Claudia me dice que no la olvide. Les hago el juramento de que iban a salir. Siempre tuve la obsesión de que los chicos salieran del Pozo de Banfield, de que los conozcan, que supieran de Claudia, que se referencien y se sientan Claudia.

  • ¿Tuviste la oportunidad de leer la biografía de Claudia que escribió Leonardo Marcote?

No necesito biografías. Sé lo que pasé con ellos individualmente. Pero mi recuerdo, a veces, no está tan en la instancia político partidaria. Eran mis amigos. Me enamoré y, cuando vos te enamorás, no sé si pesa más la militancia político partidaria de la UES en Claudia, que la necesidad de la protección que me dio.

  • ¿Qué recordás de María Clara Cioccini?

Ella tenía 17 años y nos decía “recemos”. Nosotros le decíamos “pero, ¿dónde está Dios en este campo de concentración, en el abandono, en la muerte, en la violación?'' Y ella seguía con sus creencias. Había sido boy scout y formado parte de una Orden en Bahía Blanca. Siempre decía que había terminado peronista porque era cristiana: esas dos instancias tenían la misma percepción social de la pobreza.

  • ¿Por qué decidiste hacer la película “La Noche de los Lápices”?

Cuando vi en una plaza de la ciudad de La Plata las fotos de ellos puestas por un organismo, vi que la gente se detenía y veía las imágenes de cómo eran los desaparecidos. Ahí sentí la necesidad de hacer la película. Creo que esa fue la referencia. Los pude sacar, sin duda, del Pozo. Hoy conocen la historia, los conocen a ellos y me pude relajar. Hice la película diez años después de lo que nos pasó. Está filmada en nuestras propias casas. Cuando entro al cuarto de Claudia, estaba tal cuál: en el ropero estaba su ropa, que es la que usa la actriz en la película- ¿Cuántas veces le dije a Nelva, la madre de Claudia, que la habían asesinado? Diez años después la seguía esperando. Esa es la tragedia de la desaparición forzada de personas. Ninguno tiene el culto del velatorio, que es la instancia del adiós. Si los familiares no han tenido esa oportunidad, ¿cómo los pueden recordar? La base de la película es generar tres particularidades: sensibilidad social, amor y compromiso. Es una historia de amor: se muestra cómo querían cambiar las cosas y que nadie abandonara la posibilidad de la escuela. Voy a contar una fantasía y un miedo: mi fantasía es que, cuando la naturaleza me lleve, los vuelva a ver y les pregunte si como sobreviviente hice todo lo que esperaban que hiciera para salir de ahí. Mi miedo es ir más viejo y verlos a ellos tan jóvenes. Tuve la obsesión egoísta de querer hacerlos aparecer. Claudia es consciente que yo viví para que ella apareciera, que yo estoy acá para que ella esté viva y libre.

  • Acerca del juicio del Pozo de Banfield, ¿qué expectativas tenés? ¿Qué novedades hay?

Hoy salió la fecha del juicio, que empieza el 27. Hablé con los hermanos y las hermanas. Los familiares en la instancia de los juicios tienen una necesidad de reivindicación de sus seres queridos, en el juicio y castigo a los culpables. Lo necesitamos, como la creación del “Nunca Más”.

  • ¿Cómo ves y vivís la lucha de la juventud argentina en la actualidad?

Tengo el disfrute del homenaje de los adolescentes a La Noche de los Lápices en las marchas del 16 de septiembre. Me ha pasado que he estado con la hermana de Horacio Úngaro al lado, y una adolescente venía con la foto de su hermano y la paré. Le pregunté: “¿quién es?” y me respondió: “Es Horacio Úngaro, uno de los chicos de la Noche de los Lápices, y yo le dije: “Ah, mirá vos. Ella es la hermana”. El disfrute es que la hermana ve a su hermano ahí, detenido en el tiempo, pero en la cara del adolescente, en la cara de otro Horacio o de otra Claudia.


Además, el uso del boleto estudiantil secundario y la legalidad de los centros de estudiantes es un orgullo y un simbolismo del movimiento estudiantil secundario. Creí siempre más importante eso que la militancia político partidaria.

  • ¿Qué les transmitirías a los jóvenes de hoy?

No hay placer más enorme de decir que uno hizo algo por otro, que reconocer que uno generó solidaridad, sensibilidad social y que quiso transformar para que todos seamos y vivamos en un país en el que nos merecemos vivir. Nada nace de un repollo, todo puede nacer de nuestro amor.

La entrevista completa en video, a continuación:


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