Las fuerzas de seguridad deben jugar en el mismo equipo que el pueblo o no jugar en absoluto
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Las fuerzas de seguridad deben jugar en el mismo equipo que el pueblo o no jugar en absoluto

En los últimos días, y con motivo de su accionar durante el sinfín de tareas preventivas contra la expansión del Coronavirus, las fuerzas de seguridad han vuelto a estar en el foco de la atención de todos y, como siempre ocurre con ellas, han sido sujeto de acalorado debate. Es que, sin lugar a dudas, esa parte más explícitamente violenta del ‘’Aparato Represivo del Estado’’ que describió Althusser (policía, ejército, gendarmería, etc.) viene siendo durante años un tópico preferencial del debate inter-grieta.

Sergio Berni, ministro de seguridad bonaerense

Lo novedoso del contexto actual es que la performance de las fuerzas de seguridad en torno a la prevención del Coronavirus en Argentina ha sido ampliamente alabada: salvo casos excepcionales, los ciudadanos están contentos de ver policías, militares, gendarmes, etc, en las calles impartiendo ‘’orden’’ y ayudando a acatar las disposiciones del gobierno en relación a vaciar el espacio público y reforzar el aislamiento generalizado y obligatorio.

Y es lógico: en estos días quedó harto probado que a la sociedad argentina le cuesta mucho, por su naturaleza esencialmente egoísta e individualista producto de muchos años de influencia liberal y de progresía mal entendida, acatar directivas. Nos cuesta incluso en un caso de vida o muerte como el actual, en el que día a día fallecen miles de personas (aun siendo un virus con una tasa de mortalidad no necesariamente alta) por negligencia y por desinterés para con el otro, con el vecino, con el de al lado. A sabiendas de que la única forma que tiene el virus de propagarse es mediante el desplazamiento de las personas, mucha gente sigue infringiendo las normas, y se ven casos insólitos como el del tincho surfer [ver más], como el del muchacho jugando al ‘’Pokemon Go’’ [ver más], o como ocurre en nuestra ciudad que hasta el día de hoy pueden verse runners corriendo por pleno casco céntrico con total impunidad.

Sin embargo, nobleza obliga, es cierto que la mayor parte de la gente entiende la gravedad de la pandemia, entiende que su forma de colaborar y de ‘’ser héroe’’ en esta coyuntura es simple -quedarse en su casa haciendo nada y cuidando su higiene-, y entiende que es negligente poner en riesgo a toda una comunidad por el propio interés individual y personal. Y es esta misma gente, entre la que nos incluimos, la que quiere que el esfuerzo multidimensional que implica el aislamiento no sea en vano, y por eso pide que el Estado esté presente y haga cumplir las disposiciones. A como de lugar. Porque todo es risas hasta que un familiar tuyo, por culpa de un boludo inconsciente, se contagia. En Italia, la inacción del Estado y de sus fuerzas de seguridad está siendo pagada (aun, en presente continuo) con miles de cadáveres que no pueden ni siquiera ser velados.

En síntesis: lo que está sucediendo en Argentina es una especie de ‘’reivindicación’’ de las fuerzas de seguridad, por el gran y comprometido trabajo que realizan en las calles y rutas para tratar de que el daño hecho por el sector más individualista y egoísta de la sociedad sea el menor posible. Nos gusta ver que las FF.AA. produzcan alcohol en gel y barbijos, que armen grandes predios con camas para atender enfermos (como el de Tigre o el de Campo de Mayo), y que paren a cuanta persona ande por la calle, tengan o no justificación para circular, porque queremos evitar enfermarnos y, sobre todo, que se enfermen nuestros seres queridos (en especial los adultos mayores).

Sin embargo, el ejercicio de comparar este accionar con el de estas mismas fuerzas de seguridad hace apenas unos meses es inevitable. Y más lo es el de hacerlo contra las que sistemáticamente azotaron a Argentina en el siglo XX, ya sea en forma de dictaduras o de ‘’maldita policía’’. ¿Cómo no entender al ‘’anti-yuta’’ (dicho sea de paso, quienes hacemos este medio nos consideramos bastante de ese modo) luego de la Revolución Fusiladora, del Proceso de Reorganización Nacional, del asesinato del soldado Carrasco, de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, y de la matanza por la espalda a Rafael Nahuel? ¿Cómo no ‘’odiar’’ un poco a la policía si durante los últimos cuatro años nos cansamos de ver efectivos de la metropolitana cagando a palo a trabajadores informales, docentes, manifestantes, incluso a enfermos psiquiátricos? ¿Cómo pedirle ‘’empatía’’ para con la policía a un campanense que no conoció a su papá o a su mamá porque se lo/la desaparecieron en uno de los múltiples Centros Clandestinos de Detención de la zona (hay muchos, aunque uno solo señalizado, lo que nos habla de una deuda social imperdonable)? En conclusión, ¿cómo animarse a ‘’aplaudir’’ a la policía de Alberto Fernández, Kicillof o Larreta, por más buen trabajo que hagan, si ayer nomás estaban pegándole a una pobre anciana que vendía berenjenas para sobrevivir?.

Creemos, humildemente, que la posición más saludable es la de animarse a celebrar la actual labor de las fuerzas de seguridad, y ‘’apostar’’ a que la nueva dirección política –que conlleva una nueva dirección ideológica, sin dudas- inaugure un nuevo paradigma. Creemos también que, aunque nos cueste –por todo lo expuesto anteriormente-, debemos poner una ficha en que las fuerzas de seguridad puedan dejar de ser una amenaza social para pasar a ser una herramienta para las mayorías. Esto no se va a conseguir de un día para el otro, ni siquiera en cuatro años de buenas intenciones como las que, vemos, Alberto Fernández tiene. No tengamos miedo de aplaudir o celebrar si durante este aislamiento obligatorio la policía detiene por la fuerza a un grupo de imbéciles en una fiesta privada, a una persona que sale cuatro veces al día a comprar comida o a pasear al perro, o que sale a correr, es decir, a gente que rompe la cuarentena poniendo en peligro a la sociedad toda. Para eso está. Para eso queremos que esté.

El gobernador bonaerense Axel Kicillof junto a Sabrina Fréderic, ministra de Seguridad de la Nación

Pero ojo: la historia de Argentina indica que a las fuerzas de seguridad hay que vigilarlas de cerca y con ojos bien abiertos. Porque apenas se envalentonan, o se sienten con demasiadas potestades, comienzan los abusos de autoridad y todo eso que no queremos ver y que tanto daño nos ha hecho. De hecho, en los últimos días, fueron de público conocimiento varios hechos lamentables, preocupantes, condenables y que nos retrotraen a lo peor de una fuerza que es menester recuperar para el pueblo.


Algunos ejemplos:

  • Barrio Monte Castro, policía golpeando brutalmente a indigente sin hogar [VIDEO]

  • Isidro Casanova, policía obligando a bailar y a hacer ejercicios a varios hombres [VIDEO]

  • Palpalá, Jujuy, policías obligan a hacer sentadillas a tres personas [VIDEO]

  • Villa 1-11-14, policía obligando a hacer ejercicios a dos personas [VIDEO]

Esta, sin dudas, es la policía que no queremos y que debemos denunciar y condenar. Se trata de efectivos que deberían ser sumariados y apartados de las fuerzas por actuar no solo como ‘’librepensadores’’ (recordemos el discurso del Ministro de Seguridad Bonaerense Sergio Berni, que afirmó que ‘’En este momento no hay lugar para los librepensadores’’) sino como matones. La policía y demás fuerzas de seguridad no pueden tener poder decisional: tienen que acatar la ley (tanto como deben trabajar para que los demás la acaten) y las directivas de los ministros, gobernadores y presidente, o correrse (o ser corridos a la fuerza) del camino. Las fuerzas de seguridad deben jugar en el mismo equipo que el pueblo o no jugar en absoluto. No tienen que dar lecciones ni morales ni de ningún tipo: no está bien, no corresponde, y no es una directiva que les haya dado ningún superior. La brutalidad y el abuso de poder policíaco, insistimos, no deben ser tomados a la ligera y deben ser fuertemente repudiados. Para estar a la altura, los dirigentes políticos tienen que ser implacables: policía, gendarme o militar que se pase de listo debe ser expulsado de la fuerza e imputado/procesado por el delito que corresponda. La policía y las FF.AA. en Argentina son un peligro en las manos equivocadas. Son como ese pitbull terrier que, criado de la forma correcta, puede ser un animal leal, protector, obediente, e incluso compatible con una familia con niños. Ahora, ese mismo perro, mal criado o sin adiestramiento, es un asesino en potencia. Algunos dicen que los pitbull son temperamentales y dominantes desde que nacen. De la misma forma, suele escucharse la frase ‘’ya nacen así, con el corazón ortiva’’ respecto a ‘’la yuta’’. Y si bien quienes emiten esas frases tienen motivos para hacerlo, la realidad es que en ambos casos la clave está en la cabeza y la responsabilidad del amo. Porque ambos, Pitbull y fuerzas de seguridad, tienen que tener un amo claro, definido e indiscutido.

El presidente Alberto Fernández, con militares en Campo de Mayo

El problema es la acumulación sistemática de malas experiencias. Las fuerzas de seguridad en Argentina han sido durante demasiado tiempo enemigas de los pueblos, de las grandes mayorías, y garantes de la preservación del poder de unos pocos. En ocasiones, incluso, de unos pocos que ni siquiera residían en Argentina ni hablaban en castellano. Cuando desde poderes impuestos por la fuerza se les dio órdenes equivocadas y potestades ilimitadas llevaron adelante un genocidio sin precedentes. Eso no puede ni olvidarse ni perdonarse. Eso no puede pasar nunca más. Pero lo cierto es que el pueblo argentino necesita fuerzas de seguridad que lo cuiden, que le garanticen el ejercicio de sus derechos, que estén al servicio de la prevención de delitos y, como en la actualidad, de enfermedades pandémicas como el Coronavirus que requieren un compromiso y una responsabilidad social que no todos están dispuestos a cumplir mediante el mero dictado de normas. Si así fuera, si todos respetáramos un DNU tan solo por su potencia legal, no harían falta ni policías, ni inspectores, ni los miles de médicos y enfermeros que están actualmente trabajando (con el riesgo sanitario que ello conlleva), porque sencillamente habría menos contagiados. Entonces:

  • Que la policía detenga por la fuerza a un grupo de personas que viola la cuarentena y pone en riesgo la vida de decenas de miles ESTÁ BIEN.

  • Que gendarmería patrulle las calles y que revise cada movimiento sospechoso ESTÁ BIEN.

  • Que el ejército esté desplegado en todo el territorio nacional, cumpliendo tareas de prevención de la enfermedad ESTA BIEN.

Un efectivo de la Policía Federal con barbijo, de servicio durante la pandemia del Coronavirus

Lo que no está bien es que estas fuerzas ‘’improvisen’’, se conviertan en ‘’librepensadoras’’ e imiten el comportamiento de esa ‘’yuta’’ que tendrá garantizada para la posteridad la condena social de las mayorías. No está bien que den ‘’lecciones morales’’ ni discursos grandilocuentes, porque no son ni docentes ni gurúes de nada. No está bien que obliguen a hacer ejercicios físicos ni que sometan a nadie, ni siquiera a un probado delincuente, a humillaciones y vejaciones. No está bien que si llevás gorrita y tenés piel oscura terminás adentro de un calabozo por ‘’portación de cara’’ aunque no estés haciendo nada, y si sos blanco, de apellido compuesto, e hijo de algún funcionario ni siquiera te paren aunque hayas cagado a palo a tu novia. No está bien que disparen por la espalda como hizo Chocobar –a quien el gobierno anterior condecoró como a un héroe- o como hicieron contra Rafael Nahuel, cuyo asesinato sigue impune. No está bien que repriman sin orden judicial, maten a un manifestante, y oculten su accionar como hicieron con Santiago Maldonado.

Recuperemos a las fuerzas de seguridad para el equipo del pueblo argentino. No son lo mismo San Martín, Rosas y Perón que Videla, Massera y Astiz, a pesar de que todos ellos fueron militares. No es lo mismo tener un ejército puesto al servicio de reprimir protestas sociales legítimas que uno puesto a cuidar las fronteras y a hacer alcohol en gel. No es todo lo mismo.

Hagamos que la frase ‘’estudiá, no seas yuta’’ quede atrás. Que quede obsoleta. Que no haya más policías sin instrucción cívica, sin empatía, sin sentimiento de pertenencia nacional y popular. Que no haya más ‘’librepensadores’’ en las fuerzas. Luchemos para que ‘’la yuta’’ no exista más y para que surja una fuerza de seguridad que sirva a los intereses del pueblo.



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