El relato en cuestión (por Arturo Remedi)
- Arturo Remedi
- hace 2 horas
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¿Se puede discutir con la prensa, con los y las periodistas, los medios en general? Sí, claro. En una sociedad democrática los medios se expresan libremente y el resto de los actores sociales pueden (y deben) “discutir” con los medios.

¿Se puede desde la más alta magistratura del Estado insultar como cloaca maloliente a los y las periodistas y medios alegremente? No. No es libertad de expresión, es descalificación y ataque personal. Son calumnias e injurias.
Desde antes de asumir como presidente, Milei se ha caracterizado por bastardear la discusión política con insultos permanentes. Allí entran los medios y demás actores político/sociales, que reciben una catarata de insultos repartidos a diestra y siniestra.
No es inocente esta caracterización de “a diestra y siniestra”, ya que encumbrados periodistas ubicados a la derecha del espectro ideológico han caído bajo la diatriba presidencial, siendo acusados de “ratas corruptas”, “ensobrados”, entre otras lindezas, instando además a que los seguidores del presidente “los odien más”.
Quiero nombrar aquí a varios colegas con los cuales no me une nada desde el punto de vista del enfoque periodístico e ideológico, pero que, sin embargo, coincidimos en la crítica al curso autoritario y represivo en el que está embarcado el gobierno. Hugo Alconada Mon, Marcelo Longobardi, Joaquín Morales Solá, María O’Donnell, Carlos Pagni, Romina Manguel, y seguramente varios más de los que ahora no me vienen a la memoria.
Hacer correr como moneda corriente el insulto personal, la acción coordinada de trolls, más el accionar de “periodistas” oficialistas que caen sobre él o la comunicadora crítica como avalancha, solo tienen como objetivo sembrar el miedo e inducir a la autocensura.
Ninguna novedad hasta acá. Es la dinámica clásica de todo régimen autoritario.
Sin embargo, el tema está en que también es un clásico en todo régimen que tiende al absolutismo pasar del dicho al hecho.
Casi hemos normalizado que, a fotógrafos y cronistas callejeros que cubren movilizaciones de protesta contra el gobierno, les caigan también los garrotazos, gases pimienta y cartuchos de gas contra la cabeza (el caso de Pablo Grillo), que habitualmente sufren los manifestantes que intentan expresar su descontento contra la motosierra gubernamental.
El gobierno no tolera el no alineamiento total. Las críticas a matices de sus políticas son respondidas con vehemencia por el aparato de comunicación estatal y paraestatal.
El último caso “popular” fue el precio de las empanadas, que expuso uno de los actores más destacados de nuestro país, incluso uno de los más destacados a nivel global.
Ricardo Darín comentó en televisión lo caro que están los alimentos y puso como ejemplo el valor de una docena de empanadas.
Podría parecer algo menor; sin embargo, el gobierno salió a responder casi en bloque, con ministros, comunicadores afines e incluso el propio presidente.
No sé si esto ocurre en algún otro país del mundo.
La novela argenta continuará.