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El Pequero Abriata: un fullero campanense

Si tuviera que acompañar estas líneas con música, indiscutiblemente elegiría tango... porque esta crónica tiene mucho de eso... encaja con milongas de la década del 20 en la transición al tango-canción, a tangos clásicos de la guardia nueva de los 30, al tango esplendoroso de la época de oro de los 40, y lentamente se va yendo a la última época del tango bien entendido: ese ocaso de los 60 cuando los jóvenes de la época de oro iban envejeciendo. Es más, si usted se anima, hagamos esto interactivo, y a medida que le indico una etapa, búsquese algún tango de la época señalada. La historia de Santiago Abriata huele a arrabal, pero también a perfume francés, tiene gusto a carbonada y también a caviar con champán.

Acá conviene intentar escuchar alguna milonga, tipo "El Esquinazo", o "Una noche de Garufa", "La Catrera", "Quejas de bandoneón" o busque algo compuesto entre el 1910 y el 1922.

Santiago Vicente Abriata nació en Campana el 27 de febrero de 1900 y recorrió medio mundo, figurando regularmente en las noticias de varios periódicos, y ganando no poca fama.


Santiago era un tipo talentoso. Pero sus talentos eran "non sanctos": poseía grandes habilidades para el fraude, el engaño, la mentira, la timba y las trampas. Hay que decirlo: se lució enormemente en esos tristes ámbitos. Los diarios ya para la década del 40 lo clasificaban como un Pequero, un decir muy lunfardo para definir a un estafador en los juegos de azar. El periódico matutino "El Orden", de la provincia de Santa Fe, contaba que nuestro protagonista comenzó sus andanzas oscuras en su propio pueblo, o sea el nuestro, Campana, jugando, apostando y, por supuesto, trampeando en los cafés locales. Desconozco si sus primeras timbas habrán sido en las mesas del Club Social o en algún bar de poca reputación, aunque es más probable lo segundo: su padre no era parte de la élite local, así que difícilmente tuviera entrada en lo más brillante de la high society vernácula.

Cambiamos de etapa de tango: vayamos a algo de la Guardia Nueva, por favor, evite lugares comunes como "Mi Buenos Aires Querido" o "Caminito", o al menos busque tangos que haya interpretado Gardel, pero cantado por otro. Métale ganas en la musicalización, no sea pachorriento/a: ahí tiene a "Nostalgias", "A Media Luz", lo que sea.

Así las cosas, en algún momento nuestro pueblo le quedó chico, o quizá su reputación de fullero le generaba lógicos impedimentos para encontrar contrincantes en las salas locales. La cuestión es que Santiago comienza sus maniobras en el escolazo, en la Capital Federal. Al parecer, ya fuera de Campana, Abriata utiliza de trampa (entre otras, claro) en varias ocasiones un mecanismo bastante habitual para la época: fingía ser un empresario o un rico heredero. Una tercera persona, cómplice de él, invitaba a jugar a su mesa o a un departamento, llegado el caso, a alguien que sí era efectivamente un empresario acaudalado, con la promesa de desplumarlo a nuestro dizque millonario Abriata: ahí el engaño. El invitado a desplumar era el desplumado, ya que Abriata no solo era un hábil jugador, sino un eximio tramposo, ya sea rebajando cartas de forma imperceptible para marcarlas, guardando cartas escondidas o repartiendo de manera ilícita. En definitiva, con ese método desfalcaban en proporciones generosas.


Todo marchó viento en popa hasta que en 1926 es por primera vez procesado en una causa relacionada con el juego y pasa un periodo a la sombra. No sería el último, las referencias a sus detenciones son habituales, como también son una constante las liberaciones: Dios aparte, habilidad para la coima, y o extrema inteligencia para zafar con facilidad de los procesos judiciales fueron una constante. Al parecer, el tiempo en cafúa lo utilizó para perfeccionarse como estafeta y brigante. Una vez purgada su condena, vuelve un poco a las andadas por Buenos Aires, siendo periódicamente noticia por sus desfalcos, y luego enfila junto con otros argentinos a un objetivo mayor: Europa.

Ya estaremos por el 35/36, época en que algunos autores dicen que comenzó la Edad de Oro, podemos meternos de lleno con autores como los hermanos Expósito, como Manzi, como Cátulo Castillo, no sé, juegue con YouTube o la plataforma de su agrado.

Antes, como para ir calentando, viajó a Brasil junto a una bella dama y a algunos acompañantes, donde vaciaron los bolsillos a unos cuantos cariocas, hasta que finalmente fueron expulsado del país junto a sus compinches, con escándalo en los diarios locales de por medio. Al llegar al viejo continente, comienza las andanzas: España y Francia son algunos países donde Abriata se dedica a los timos, y por supuesto, a la timba. Tengamos en cuenta algo: la reputación de Argentina de aquellos años ayudaba: nuestro país había enviado andanadas de nuevos ricos al viejo continente que desde décadas atrás derrochaban el dinero producido por las vacas y los granos que alimentaban a gran parte del mundo. A nadie le sorprendía un millonario argentino, que jugaba un rol de "rastaquouère", simulando ser un opa con plata en la Europa.


Como imaginarán, nuevamente, el juego habitual: un cómplice que buscaba un candidato con dinero, con la promesa de un jugador argentino desprevenido, inocentón y millonario, que en verdad era el mismísimo Diablo. El incauto terminaba yendo por lana y volviendo trasquilado. En su gira por esos lados usó varios de sus nombres, los cuales, también utilizo en Argentina: Alberto Iturruspe y Roberto Machado son algunos nombres que supo fabricar para intentar despistar a la policía.

Pero en Europa no solamente se dedicaban a jugar: las estafas eran variadas, e incluso, ocurrentes, dignas de una película de enredos: al hijo de un empresario parisino, un tal Maurice Robin, le hizo creer, junto a sus compinches, que podían falsificar dinero con facilidad, pero para ello, necesitaban una cuantiosa cantidad de billetes para realizar las copias...el muy cándido francés fue citado a una habitación de hotel donde se iba a realizar el procedimiento... acto seguido, fue hábilmente invitado a retirarse del cuarto, dejando a Abriata dentro. Maurice esperó pacientemente un rato; según cuenta la crónica del hecho, un diario holandés, y al ver que nadie salía con el dinero, entró y se desayunó de haber sido engañado, con Abriata y un secuaz habiendo escapado por una ventana. Por el hecho, algunos de los socios de Abriata fueron detenidos, pero él, junto a un cómplice, logró huir de Francia, pese a ser brevemente apresado. Tengamos en cuenta algo: el juicio contra los involucrados comenzó en momentos en que Alemania se encontraba invadiendo Polonia, con lo cual, es muy probable que las autoridades francesas, que poco después caerían ante Hitler, prestaran demasiada atención a un proceso de esas características.

Lo cierto es qué increíblemente Abriata volvió "forrado en guita" desde Europa, recalando en Rosario, y desde allí girando a otras ciudades, donde volvería a las andadas: armar partidas, donde el sería un hombre de dinero tonto, al que iban a sacarle un buen sencillo... para, como siempre, ser el invitado el real objeto del desplume. A tales efectos, incluyo en su banda nuevamente a algunas lindas chicas que se encargaban de atraer perejiles. Al parecer se asocia un hombre de bastante dinero, de apellido Bianchi, y se potencian. Por supuesto, invierten también para generar su imagen: se movían en una flota de autos suntuosos, vistiendo siempre elegantemente, y relatando su conocimiento del exterior para dar imagen de solvencia (cualquier similitud a los esquemas ponzi actuales es coincidencia grotesca… ‘’¡Masivo bro!’’).


En algún punto, a mediados del 41 la situación se desmadró: eran demasiado numerosas las víctimas como para que la suerte continuara, y la banda, de a poco, comenzó a ser detenida. Abriata dijo que Bianchi, su socio, lo amenazaba de muerte para seguir estafando. Después de un proceso medio amañado es condenado, pero tiempo después un tribunal superior los liberó. Por supuesto, siguió en actividad, y apareció tambien en Uruguay. Desde allí ingresó algunas veces más a Brasil, hasta que finalmente en el 57 en Brasil reaccionaron que había sido expulsado algunos años y le cerraron las fronteras. Ese año también fue noticia por el confuso robo de un maletín a un holandés en Buenos Aires, el cual estaba repleto de documentación falsificada.

Último cambio de época: si gusta algo de Julio Sosa, o quizá de Piazzola dejando el alma en un bandoneón, ambos podrían ir como piña, pero yo no podría evitar, aunque el tango es pre 60 a ’Maquillaje’’ o chantar por acá a Goyeneche (aunque la versión es más nueva) cantando en vivo “Afiches“, partiéndose el alma. Y no, tampoco evitaría a Goyeneche con “La Última Curda”.

El comienzo de la década del 60 encuentra a Abriata en Argentina, nuevamente activo, pero como un tanguero de la vieja escuela, con el otoño en sus sienes, transformado en una suerte capo del hampa respetado, ya no tanto en el juego, sino en la falsificación de moneda extranjera y en lavado de dinero de robos. Así como en los 60 los tangos ya hablaban más de amores viejos que de pasiones presentes, probablemente Abriata meditara sobre sus épocas de oro, realizando grandes negocios sin recorrer los salones de juego.


Se lo vinculó en medio nacionales como Crónica con la "compra" de parte del dinero robado en un sangriento multimillonario robo al Policlínico Bancario en el 63: Abriata habría comprado parte de botín de billetes de series conocidas a precio vil para luego circularlo.


En el mismo 63 nos regaló nuevamente su nombre en los periódicos: se lo vinculó a una banda que falsificaba billetes de 100 dólares y Bonos de Deuda Argentina.

Esas dos noticias son como el canto del cisne de una vida al margen de la ley: Santiago se muere en ese mismo año, 1963. Cuando escribí sobre Aurelia Encarnación Alonso, prestigiosa doctora nacida en nuestro pueblo, pero absolutamente desconocida para los vecinos, me puse a pensar si en algún momento habría vuelto para acá, si quizá conservaba algún afecto. Y aunque Abriata no es una figura como para soñar con homenajear con una calle o una plaza, no puedo evitar pensar si habrá vuelto a caminar nuestras veredas ya en edad madura, si se habrá dado alguna vuelta para visitar algún amigo por el pueblo, o si cada dos por tres dedicó algún pensamiento a la tierra de su infancia.


En definitiva, como cada vez que escribo algo, me quedan muchas más dudas que certezas, y quien sabe, quizá algún día entre los días recorriendo alguna vieja librería me encuentre, mezclado, entre los libros de ocasión, un diario íntimo encuadernado escrito por Santiago, que devele parte de los datos que deseo conocer, y por qué no, alguna martingala para hacer saltar la banca en Montecarlo o, al menos, para trampear elegantemente en la generala.

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