El desahogo
Cuando todo parecía oscurecerse, y cuando el riesgo de concretar la peor performance de nuestro país en la historia de los mundiales comenzaba a ser una posibilidad real, apareció el diez, que hasta entonces poco y nada había hecho, y nos rescató del abismo. Con su gol llegó el desahogo de todo un país, y luego comenzaron a verse -por fin- los primeros destellos de aquella vieja y querida Scaloneta de la que nada se vio en el debut ante Arabia. Ahora, ya sin ‘’bloqueo mental’’, yendo de menos a más, Argentina vuelve poco a poco a ser Argentina, e irá por Polonia para quedarse con el grupo. Qatar 2022 recupera a un candidato.
En el grito del gol de Leo Messi de la tarde de este sábado hubo un desahogo enorme que excedió las fronteras de lo futbolístico. Los argentinos, por las dificultades y las vicisitudes propias de vivir en la Argentina –un país donde todo es incierto, todo es volátil, y donde las alegrías escasean hace ya muchos años-, tendemos a refugiarnos de todo lo malo que nos pasa en el fútbol, como si un éxito en el mundial, en este caso, solucionara nuestros problemas.
El fútbol es todavía ese reducto en el que Argentina puede pelear de tú a tú contra las grandes potencias. Estamos aún ‘’en algo’’ en el pelotón de los mejores: en el fútbol. Y todos los argentinos bien nacidos, es decir, futboleros, sabemos que mientras la selección avance en el Mundial no va a haber ni inflación, ni político corrupto, ni desgracia de ninguna índole que ‘’nos la baje’’.
Pero empezamos increíblemente mal. El equipo de Scaloni no perdió ningún partido entre la semifinal de la Copa América 2019 y el martes pasado, y en el medio ganó dos títulos. Estando a un partido de alcanzar el invicto más largo de la historia del fútbol de selecciones, ostentado por una reciente Italia, Argentina pierde. Lo hace en el primer partido de la Copa del Mundo y ante un rival absolutamente impensado como Arabia Saudita. La pregunta previa al debut era por cuántos goles ganaríamos. Ni el más pesimista y ‘’anti’’ hubiera podido imaginar que íbamos a tener que desempolvar la calculadora apenas terminado el primer partido. Y eso fue lo que pasó.
Pese a que Argentina jugó decididamente mal contra Arabia Saudita, es innegable que fue claramente perjudicada por fallos arbitrales y que no mereció perder. Si la albiceleste se iba al entretiempo ganando 3 a 0, nadie se hubiera visto sorprendido. Pero perdimos. Caer en el debut es algo que no pasó ni en los últimos dos grandes desastres que fueron 2002 y 2018, ya que en el primero comenzamos ganándole por la mínima a Japón y en el segundo empatamos contra el semiprofesional equipo islandés.
El tiempo entre Arabia Saudita y México fue un verdadero calvario. Contar los días, las horas, los minutos. No dormir bien, no comer bien, no disfrutar de nada que tenga que ver con el Mundial por el que uno, paradójicamente, esperó por tanto tiempo. La angustia de sacar cuentas. El morbo autoinfligido de ponerse a imaginar ‘’lo que dirán los medios internacionales’’ si nos quedamos afuera en la segunda fecha. Un horror, algo que no se le desea a nadie.
Hasta que llegó el día. Un día que comenzó no a las 16:00 en Lusail sino a las 10:00 en el Education City Stadium de Ar-Rayyan con el partido entre Arabia Saudita y Polonia. Un partido a priori chotísimo, que nunca nos hubiéramos puesto a ver en condiciones normales, pero la necesidad, dicen, tiene cara de hereje.
MEXICO
Los primeros minutos fueron de gran nerviosismo, con Argentina tocando la pelota horizontalmente de un lado a otro de la cancha. Fue un buen rato del partido con nuestro equipo teniendo la pelota en su propio campo, jugando demasiado cerca de ‘’Dibu’’ Martínez, y con los mexicanos presionando bien arriba. La conexión entre los centrales, Guido Rodríguez y la línea de volantes creativos no se encontró nunca –algo similar a lo que ocurrió contra Arabia Saudita, con la diferencia de que esta invitaba a jugar al pelotazo vertical y México no-, y Argentina se fue al entretiempo sin generar peligro para el arco del ‘’Memo’’ Ochoa.
El rendimiento del equipo nacional fue desesperantemente malo: probablemente fueron los peores 45 minutos de la era Scaloni. Salvo por ‘’Dibu’’ y la dupla de centrales, conformada por Otamendi y Lisandro Martínez –que brilló a lo largo de todo el partido-, el resto del equipo fue una sombra: flojos los laterales, sobre todo Montiel; pobre lo de Guido Rodríguez; escaso lo de MacAllister; preocupante lo de De Paul, que fue una máquina de perder pelotas y de cometer errores no forzados; y Messi y Lautaro prácticamente sin participación. Solo Di María mostró algunos chispazos, artífice de los únicos momentos de verticalismo y desequilibrio del equipo, pero también poco de él. La sensación, al ir al descanso, es que la cosa iba camino a no terminar nada bien.
Sorpresivamente, Scaloni no realizó cambios. Tampoco Martino, y el desarrollo del partido siguió casi calcado: una Argentina imprecisa, nerviosa, jugando a no se sabe bien qué, y México recostado confortablemente en el empate. Porque cabe decir que el triunfo argentino se celebró muchísimo y el desahogo fue enorme, pero admitámoslo: este fue el peor México que hemos visto: desabrido, sin ambición, sin sangre. No inclinó la cancha ni siquiera cuando quedó abajo en el marcador. De hecho estuvo más cerca Argentina de llegar al tercero que México al descuento. Esta actitud pasiva y complaciente del Tri le dio tiempo a Argentina a acomodarse, a esperar su momento sin mayores urgencias, y también le dio a Messi ‘’esa chance’’ que no hay que darle jamás.
Pero no nos adelantemos: habían pasado casi 20 minutos del complemento y la cosa seguía 0 a 0. Scaloni comenzó a mover el banco y, con ello, comenzó a construir la victoria. Hizo 5 cambios, de los cuales 4 le dieron enormes resultados. Puso a dos playmakers de la cantera de River, como Enzo Fernández y Exequiel Palacios, para acompañar a Messi. Sacó a Lautaro que, lamentamos decirlo, no tocó una pelota, y puso a Julián Álvarez que siempre obliga, siempre corre, siempre molesta, en síntesis, siempre está. Y el cambio más osado de todos: sacó a Di María para poner un tercer central y formar una línea de 5. Si salía mal, le iban a caer con todo. Pero le salió MUY bien, y ahora la pregunta es ¿y si repite el plan contra Polonia? Párrafo aparte: ¡qué lujo increíble poder tener una línea de tres centrales conformada por Lisandro, Otamendi y Cuti Romero! ¡El verdadero ‘’quién pudiera’’!
Pero antes de salir, ‘’el fideo’’ hizo su parte. Con una Argentina desorientada, y ya con el reloj comenzando a agobiar, encontró a Messi solo. A simple vista parece solo un pase simple –incluso él mismo declaró post partido que ‘’le tiró una caca’’- pero el mérito fue haberle dado la pelota justo en el único momento en que los mexicanos descuidaron por completo a Messi. El 10, a decir verdad, no había hecho prácticamente nada en el partido, así como poco y nada hizo contra Arabia Saudita. Pero cuando ‘’conecta’’, aunque sea por un segundo, es mortal: perfecto control de pelota, disparo cruzado, al ras del suelo, sin demasiada violencia pero con inmejorable dirección, y a cobrar. Esto, de tener nula gravitación durante casi todo un partido para luego ‘’ganarlo él’’ en una sola jugada, en una frotada de lámpara, es algo que Messi ya ha hecho antes: solo resta recordar los partidos contra Bosnia y contra Irán en Brasil 2014. Es exactamente uno de los ‘’Messi moments’’ que tan genialmente describe el relator británico de la NBC Peter Drury:
''The Magic Man! One more Messi moment and Argentina are alive. They give thanks that he is one of them. "How often have they said that prayer of thanks? How often have we seen those bright wide eyes? How often have we seen the face of opponents, the dismay that he should come and scar them?" Traducción: ''El hombre mágico! Un ''momento Messi'' más y Argentina está viva. Los argentinos agradecen que él sea uno de ellos. ¿Cuántas veces han dicho esa oración de gracias? ¿Cuántas veces hemos visto esos ojos grandes y brillantes? ¿Cuántas veces hemos visto las caras de los oponentes, la consternación de que él viniera y los marcara?"
Messi es otra clase de ‘’salvador’’, no de partidos, sino de ráfagas. Para ejemplificar: Maradona y Mascherano eran ‘’salvadores’’ de 90 minutos, de rendimientos en el largo plazo, de constancia. El primero estaba en contacto con la pelota todo el partido, y el segundo no paraba un segundo de correr, de meter, de gritar, y de emocionar. Messi es otra cosa. Messi es el conejo de la galera. Messi es ‘’el momento Messi’’ y por esta razón es que nunca debe salir. Casi no hay otros jugadores en el mundo, ni en sincronía ni en la historia, con esa capacidad para resolver partidos en una jugada.
La forma en la que Messi festejó su gol habla del nivel del desahogo. Fue una erupción volcánica de un jugador que suele festejar austeramente –una celebración tan efusiva como la de su recordado gol a Estudiantes, jugando para Barcelona, en la final del Mundial de Clubes 2009 [ver video]-, acompañada por el grito contenido de 45 millones de argentinos.
Quizás la gran imagen de la noche fue la de Pablo Aimar. La cara desencajada, conmovida, del ex enganche y actual ayudante de campo de Scaloni fue la cara de todos los argentinos tras el grito de gol. Éramos una olla a presión y Messi la liberó. Como dijo en un momento Ariel Senosiaín, comentarista de TyCSports, Messi ‘’desbloqueó mentalmente a Argentina’’. El gol del astro rosarino trajo de vuelta a ‘’la Scaloneta’’. La eliminación de ese bloqueo mental y los aciertos del entrenador en los cambios resucitaron a la Argentina y la pusieron otra vez en mundial.
Lo mejor de Argentina vino después de la apertura del marcador, pero no inmediatamente. Es más: los cinco minutos posteriores al gol de Messi el equipo nacional fue un caos absoluto: desordenado, sobre-excitado, y coincidieron con los únicos cinco minutos de ímpetu que mostró la pobrísima selección del ‘’Tata’’ Martino que, insisto, es la más floja que le ha tocado enfrentar a Argentina en mundiales. Una vez que Argentina se calmó, todos los cambios empezaron a surtir efecto, y por primera vez en algo así como 164 minutos de Mundial se volvió a ver a ‘’la Scaloneta’’ que todos conocemos. Sí, aun sin el De Paul que conocemos, aun sin solucionar el tema de nuestros laterales, y con una formación extrañísima en cancha, tanto en dibujo táctico como en nombres.
Entre Exequiel Palacios y Enzo Fernández le dieron a Argentina la cuota de equilibrio y de frescura que necesitaba. Julián, de nueve –una posición poco frecuente para él en los últimos tiempos - fue ese insoportable perro de presa que corre y corre a los defensores rivales, que obliga, que mete, que se muestra como opción permanente de pase, y revitalizó el ataque. Y ‘’Cuti’’ Romero le dio tranquilidad al fondo, algo que necesitaba ya que no debemos perder de vista que, en el peor de los casos, Argentina podía mantenerse con vida aun con el empate pero NO con una derrota. El único cambio que no gravitó fue el de Molina por Montiel: ninguno jugó mal, pero ninguno tampoco sobresalió (Montiel hubiera podido brillar más con el partido abierto tras el gol de Messi, pero justo ahí fue reemplazado).
Así, Argentina llegó 1 a 0 arriba hasta el minuto 85. Un resultado por demás de escaso teniendo en cuenta que en este Mundial se están adicionando entre 8 y 10 minutos todos los segundos tiempos. México no le causaba problemas a Argentina, pero solo un gol de distancia, con tanto en juego, es siempre un peligro.
Y en el minuto 86, sucedió: córner corto, pelota para Messi, que ve llegar decidido y a paso firme a Enzo Fernández al área y lo asiste. El mediocampista del Benfica se sacó un hombre de encima dentro del área con un amague magistral, y sacó un derechazo furioso, combado, parecido al del 2° gol de Caniggia a Nigeria en el Mundial ’94, que fue imposible para Ochoa pese a una volada espectacular. El festejo fue enorme, por la tranquilidad –Argentina jugó a partir de allí sus primeros 10 minutos tranquilos en Qatar-, por el calibre del gol, y por su autor, un pibe de 21 años que está llamado a ser uno de los mejores volantes centrales del planeta, y a escribir historia grande con la selección. Sin saber qué hacer, pese a que seguramente soñó con ese momento toda su vida, Enzo Fernández festejó el gol besando el escudo de la A.F.A. de su camiseta, y recibiendo a su ídolo Lionel Messi, que le dio el pase-gol y que fue el primero de muchos que se le tiraron encima.
La victoria de Argentina renueva ilusiones, da aire, descomprime, y desbloquea mentalmente. Además, la combinación de resultados hace que Argentina cuente con grandes posibilidades de ganar su grupo si derrota a Polonia, y eso la llevaría a evitar a Francia en octavos de final. Argentina va de menos a más, pero necesita tiempo y partidos para llegar a su mejor versión, por lo cual nadie vería con malos ojos evitar a Mbappe, Griezmann, Giroud y cía. en el cuarto partido, para en su lugar enfrentar a Dinamarca, Australia o Túnez.
Hoy fue un día para celebrar, sí. Pero ya a partir de mañana hay que bajar los niveles de exitismo, hacer foco en Polonia, y comprender que Argentina mejoró ‘’un poco’’ su nivel, y que jugó contra un equipo flojísimo. La gran victoria fue el ‘’desbloqueo mental’’ y el consecuente retorno de la Scaloneta. Pero, digámoslo brutalmente y en criollo: no jugamos contra nadie y aun ni pasamos el grupo. Más que nunca, paso a paso. Partido a partido. Tachamos el primer palote. Quedan 6.
EL UNO POR UNO
Emiliano Martínez (7): seguro en todas las intervenciones que tuvo, brilló especialmente en la atajada del tiro libre de Alexis Vega. Sobrio con los pies, no fue demasiado exigido.
Gonzalo Montiel (5): tuvo muchísimo contacto con la pelota en el período de mayor nerviosismo e inseguridad del equipo, y quedó expuesto varias veces. Si bien no tuvo un buen partido y fue reemplazado por Molina, se le valora el coraje de pedirla siempre y de mostrarse siempre.
Nicolás Otamendi (8): el mejor jugador de la cancha. Un verdadero muro en la defensa, ya sea en la modalidad de 2 centrales o de 3. Ganó de arriba, de abajo, cortó con fouls cuando debió y puso la cara siempre.
Lisandro Martínez (7): ‘’el carnicero de Manchester’’ mostró un alto nivel a lo largo de todo el partido. Gran dilema tendrá Scaloni para el partido contra Polonia, porque no cabe en la cabeza de nadie que ‘’Licha’’ pueda salir del once inicial, ya sea que Argentina juegue con línea de 4 o de 5.
Marcos Acuña (6): poca participación en ataque en el primer tiempo, porque Argentina volcó su juego por la banda derecha, y poca también en defensa, pues México no lo puso nunca en aprietos. Mejoró su nivel en el complemento, y daría la sensación de que le ganó el puesto a Tagliafico.
Guido Rodríguez (4): no cumplió en absoluto con el objetivo de su inclusión, que era reemplazar a Paredes pero aportarle más marca y equilibro al equipo. Jugó gran parte del partido metido entre Lisandro y Otamendi, y no dio un solo pase vertical de relevancia hacia los creadores de juego. De lo más flojo de Argentina.
Rodrigo De Paul (4): el volante del Atlético de Madrid no logró aun, en este mundial, ser ‘’ese’’ de la final ante Brasil o de la finalissima ante Italia. Desconocido, tanto ante Arabia Saudita como ante México fue una máquina de perder pelotas y de errar pases fáciles. Scaloni, sin embargo, lo mantuvo siempre en cancha. Nobleza obliga, es innegable que deja la piel en la cancha, y que pese a que las cosas no le salen sigue pidiéndola, mostrándose, y dando la cara.
Alexis Mac Allister (5): su inclusión en el once inicial tampoco dio el resultado esperado, ni en la creación de juego ni en la recuperación de la pelota. El mediocampista del Brighton se mostró afectado por la presión de un debut mundialista en condiciones ‘’poco felices’’, pero fue mejorando su nivel progresivamente.
Angel Di María (6): poco de él, pero ese poco hace una diferencia. Es el único jugador de Argentina que desde el minuto 0 tiene la iniciativa de ser vertical, incisivo, de jugar el uno contra uno, y pese a sus ya clásicas intermitencias, volvió a ser clave en el resultado al dar el pase que posibilitó el ‘’momento Messi’’ del partido.
Lionel Messi (6): es muy difícil puntuar a un jugador de este tipo, que tuvo nula gravitación durante el 95% del partido y, de repente, lo resuelve en una jugada. Podríamos redondearlo de esta forma: aun desconectado y poco participativo, Messi tiene la capacidad de ganar partidos en un abrir y cerrar de ojos. Nunca se ha visto algo igual en ese aspecto.
Lautaro Martínez (4): tocó poco y nada la pelota, pero además se fastidió rápido y se mostró poco como opción de pase. Es cierto que el mediocampo de Argentina no le provee pelotas, pero quedó expuesto con el ingreso de Julián Álvarez, que en pocos minutos mostró mucho más que él en 1 hora de juego.
Enzo Fernández (8): Messi ‘’desbloqueó mentalmente’’ al equipo, pero eso sucedió cuando Argentina levantó el nivel y el espíritu gracias a la inclusión de Enzo Fernández. Este crack de 21 años se paró mucho más adelante de lo que estaba jugando Guido Rodríguez, comenzó a jugar vertical, a crear juego, y Argentina se revitalizó. Y coronó su actuación con un golazo extraordinario (¿el mejor del mundial, luego de la tijera de Richarlison?). Tiene que ser titular de acá en más.
Julián Álvarez (7): Entró enchufadísimo, decidido a correr a los centrales mexicanos hasta debajo de sus camas, y a mostrarse como opción de pase permanente. El ánimo general del equipo mejoró mucho con su ingreso y la salida de Lautaro, de apático partido. Da la sensación de que pronto debutará en las redes.
Nahuel Molina (4): Entró a reemplazar a Montiel que estaba condicionado por una tarjeta amarilla, y no logró levantar el nivel de ese puesto en la cancha, uno de los puntos más débiles del equipo. Además, pudo haber anotado si no se hubiera apurado y hubiera parado una pelota al borde del área antes de disparar al arco.
Exequiel Palacios (6): jugó 25 minutos y mostró algo más que Mac Allister. Aprobado, sobre todo teniendo en cuenta que fue su debut absoluto en un mundial, y en un partido ‘’chivo’’ por lo que había en juego –no tanto por el rival-.
Christian Romero (6): entró por Di María a formar una línea de 5 y estuvo a la altura. Argentina, con el terceto de centrales que tiene, da una enorme sensación de seguridad, y obliga a contemplar esta formación –la de la línea de 5- para los próximos partidos.
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