Editorial: Animarse a pensar por fuera de la caja
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Editorial: Animarse a pensar por fuera de la caja

Actualizado: 17 mar 2023

De repente, todo el país se encuentra hablando de las tomas de tierras. Y uno advierte con facilidad que hay un enorme consenso social en repudiarlas, y que sólo unos pocos ‘’valientes’’ se aventuran a defenderlas o, por lo menos, a detenerse un momento y pensar por fuera de la caja.

El tema de las tomas de terrenos, lo que llaman ‘’usurpaciones’’, tiene todo el potencial del mundo para movilizar la indignación de las mayorías. Los medios lo saben mejor que nadie, porque ellos son los grandes artífices de esta realidad, pero también lo saben los políticos, y por eso es que es el gran tema de agenda de los últimos tiempos.


Este asunto posee algunas características decisivas que lo hacen ‘’hecho a medida’’ del ‘’sentido común’’ que medios y políticos buscan exacerbar en las masas. Estamos hablando de ese sentido común que Gramsci, con buen tino, supo señalar como contrapuesto al ‘’buen sentido’’ que conformarían la filosofía y la crítica. ¿Cuáles son estas características? Veamos:


En primer lugar, el tema de las tomas moviliza en las personas ese sentimiento tan básico como despreciable que es el del egoísmo, tan íntimamente ligado también a la envidia. Se razona de esta forma: ‘’cómo alguien va a tener algo gratis –en este caso, un derecho humano básico- por el cual yo tuve que hacer X esfuerzo’’.

Foto: Pepe Mateos

Este es un pensamiento absolutamente normalizado en la sociedad, no muy distinto de, por ejemplo, negarle un vaso de agua a una persona con sed pero sin plata porque toda el agua que yo he tomado en mi vida la he tenido que pagar. Acá, la imposibilidad de pensar por fuera de la caja es absoluta. Somos moldeados desde pequeños en esta ecpatía, entendida como antónimo de empatía, o como insensibilidad o indiferencia. ¿Vieron cuando algunas personas ya grandes de edad dicen orgullosas ‘’yo trabajo desde los 9 años cargando bolsas en el campo’’ o ‘’yo logré ser lo que soy sin más que un cuaderno y un lápiz’’, de manera de mostrar disconformidad respecto a los paros por mejoras en las condiciones laborales de los trabajadores, en el primer caso, o a la entrega de netbooks por parte del Estado, en el segundo? Es lo mismo. En resumen, es la idea de que ‘’si yo la pasé mal para conseguir tal cosa, todos deben pasarla igual de mal’’. La idea de nivelar para abajo o, mejor aún, de no nivelar nada. Esa es la idea de igualdad que predomina en una sociedad que no entiende que no todos partimos de la misma y exacta línea, y que el fin último de la vida en sociedad es que todos vivamos bien.


Podríamos decir que este primer ítem sirve para movilizar los peores sentimientos de las masas sin distinción etaria alguna. Sin embargo, este segundo ítem, relacionado al tema de la propiedad privada, influye más directamente en un grupo social ya más ‘’veterano’’, y es justamente a aquel que ya ha sido sometido durante años –o décadas- a la demonización del marxismo, es decir, a la generación de anticuerpos contra conceptos como ‘’izquierda’’, ‘’zurdos’’, ‘’marea roja’’, ‘’comunismo’’ y ‘’revolución’’. En Argentina, y pese a que el peronismo dejó claro que no es ‘’ni de izquierda ni de derecha’’ sino una ‘’tercera posición’’, el antiperonista es anticomunista y pro-capitalista, y es un hecho que gorilas hay muchos. Uno podrá decir ‘’te equivocás, nosotros los trotskistas somos antiperonistas y comunistas’’, pero eso es, todos sabemos, mentira.

Lo cierto es que está muy extendido en nuestro país el ideario ese que indica que ‘’pensar por fuera de la caja’’ en torno a la propiedad privada lo convierte a uno en un ‘’subversivo rojo’’, en un pichón de Che Guevara, o algo así. No es que la gente no se anime a hablar del tema y discutirlo: directamente no se anima ni a pensarlo. Este es, con seguridad, uno de los tópicos en los que más clara se ve la lobotomización llevada a cabo por la clase dominante sobre la dominada con los medios de comunicación masiva como ariete.


Y es por esto que tenemos a todo el mundo opinando sobre el tema de las tomas, diciendo cosas del estilo de ‘’voy a ir a tomar un terrenito así tengo donde vivir y, de paso, el gobierno me premia con 50 luquitas’’, u otras como ‘’si trabajás, si producís, si emprendés, el gobierno te pone impuestos; si tomás terrenos o delinquís te da un plan’’, pero no tenemos casi a nadie pensando algo tan simple como lo siguiente: ¿es normal que una persona de 30/40 años perteneciente a la clase trabajadora de este país ya haya perdido toda esperanza de tener, alguna vez en su vida, un pedacito de tierra y una vivienda de dos ambientes con un lugar donde plantar tres plantas de lechuga y tener un perro? ¿Es normal que, en uno de los países con mayor extensión territorial y, a la vez, con menor densidad poblacional del planeta, más de la mitad de la gente no tenga su lugarcito propio, y no pueda progresar por el freno de mano económico que implica alquilar? ¿Es normal que haya tanta gente adulta que, aun teniendo trabajo, viva con sus padres u otros familiares porque le resulta imposible pagar un alquiler, ni hablemos de una casa propia? ¿Es normal que tengamos medio territorio nacional despoblado, y la otra mitad concentrada en manos de un puñado de plutócratas a los que nunca nadie llamó ‘’usurpadores’’, pese a que efectivamente lo son? ¿Podemos, los que tenemos una casita y dormimos bajo techo tras cenar un plato de comida caliente, dormir tranquilos sabiendo que hay gente que no lo hace y probablemente jamás podrá hacerlo?

Juan Grabois - Foto: Noticias Argentinas

Todas estas preguntas implican pensar por fuera de la caja. ¿Recuerdan cuando Juan Grabois fue tema nacional, y fue sometido a un castigo mediático sin precedentes, cuando se animó a hablar de una ‘’reforma agraria’’, es decir, un plan estatal para repartir tierras entre personas que no tienen nada? [ver más] ¿Por qué nos parece tan atroz algo que debería ser de lo más básico del mundo? ¿Es acaso un ‘’razonamiento comunista’’ ese, o más bien es un razonamiento puramente humano, puramente empático? Y suponiendo que lo fuera, ¿qué tendría de condenable o de repudiable? Cabe también preguntarse: ¿el Estado debe existir para garantizar la durabilidad del sistema meritocrático-capitalista-deshumanizante en el que vivimos, o para garantizarle una vida digna a todos y a todas, independientemente de la posición en la que cada cual se encuentre al nacer y al momento actual? Y si el Estado existe para lo primero, ¿realmente, entonces, necesitamos un Estado? ¿Quién lo necesita? ¿Nosotros como clase trabajadora, o los pocos interesados en perpetuar este sistema que normaliza que haya 20 millones de personas sin propiedad y sin futuro, en un país que podría darle una propiedad y un futuro a todos con tan solo la decisión política de que así sea?

Pensar por fuera de la caja es eso: animarse a cuestionar aquello que nos invitan poderosamente a no cuestionar. De decir eso que no quieren que digamos. Eso que, a propósito y artificialmente, hicieron que sea incómodo decir. Eliseo Verón diría que se trata de forzarnos a expandir las condiciones de producción de nuestro discurso.

Y esto conecta con el discurso mediático dominante en Argentina (que sí, es uno, nos guste o no admitirlo), que lleva más de 12 años enseñándonos, por el agobiante recurso de la repetición sistemática, cosas como que ‘’está mal ser planero’’, o que en Argentina ‘’le sacan al que trabaja para darle al vago’’, o que ''hay que enseñar a pescar, no regalar el pescado''. Ni siquiera estamos pidiendo que se plantee la posibilidad de la abolición de la propiedad privada: ese ya es un ejercicio demasiado difícil hasta para quien escribe estas líneas. Porque se ha normalizado que un mundo que funciona bien es un mundo desigual en que media población es pobre y no tiene sueños ni aspiraciones, porque ‘’los méritos’’ así lo determinan, porque ‘’el libre juego de la oferta y la demanda’’, como justo árbitro, así lo decide, y que algo mejor o superador no es posible.


El gran mérito de ese reducido grupo de poder que impide a las masas pensar por fuera de la caja es el de haberlas convencido de que sus propios intereses, de trabajadores, coinciden con los de ellos, de casta improductiva. Porque sí: llamarlos ‘’improductivos’’ puede hacer ruido pero es la verdad que se impone al pensar por fuera de la caja. Los ‘’productivos’’ somos nosotros, los que no nos animamos ni a soñar con una casita y un terreno. Esa es su gran victoria: la de haber logrado poner a las víctimas entre los jugadores de su propio equipo de victimarios.

En este punto necesitamos abrir un paréntesis, y mencionar otra vez la tan desgastada palabra ‘’empatía’’. Porque para poder “salir de la caja” es necesario empatizar, empatizar para entender. Y aquí surge un conflicto, porque por lo que se ve nos resulta sencillo empatizar con quienes están en las mismas condiciones que nosotros, y parecería que aún más con quienes están en mejores condiciones. Pero empatizar con quien está en peor posición, lo que equivale a ponerse uno mismo en ese lugar de extrema vulnerabilidad, no resulta para nada fácil. Quizás por esto es que nadie ha hecho ruido alguno por las usurpaciones de astronómicas dimensiones de empresarios como Benetton, Tompkins, Turner y Lewis en la Patagonia, o más cerca geográficamente las de Magnetto en C.A.B.A. (el Grupo Clarín usurpa tierras en la Capital desde hace tres años, un predio de casi 9.000 metros cuadrados en Constitución) [ver más], pero una chocita de palos y trapos en Guernica nos enardece y saca lo peor de nosotros. No es sencillo el ejercicio de pensar que haríamos si nos viéramos despojados de todas nuestras comodidades, porque siempre nos resulta más cómodo sentirnos ‘’de clase media pudiente y aspiracional’’. Los yankees usarían el término ‘’wannabe’’.


Dicho esto, y volviendo a la cosa más empírica que sucedió en la mañana de ayer, debemos decir que nos parece una atrocidad el desalojo compulsivo y violento en Guernica. Lo decimos sin tapujos, pese a que votamos convencidos y orgullosos a este gobierno provincial, que a nuestro entender se ha venido manejando mejor que el Nacional en casi todos los aspectos posibles. Si el Estado tiene que usar la fuerza –legítima, sí, pero su legitimidad no le quita brutalidad e insensibilidad- para contener a sectores integrantes de la clase trabajadora que están viendo incumplidos sus derechos humanos es porque algo anda muy mal.


Argentina tiene un problema habitacional crónico, y ante esta realidad aparentemente hay dos posiciones válidas:

  • La posición globoloide , que señala que hay que ‘’dejar todo como está’’ y que ''si la negrada se pone densa hay que meterle bala''. Según esta vertiente, si una familia está tomando un terreno es porque o es vaga o no hizo suficiente mérito (o ambas cosas), por ende el Estado, garante del sistema de exclusión de las mayorías, debe reprimir. Dentro de esta posición coinciden globoloides ‘’pobres’’ (miembros de la clase trabajadora mentalmente colonizada, que tampoco tienen casa ni sueños ni futuro) como globoloides ‘’ricos’’, que señalan con el dedo desde la Estancia Smithfield o Nordelta. Cabe aclarar que ni globoloides ‘’pobres’’ ni ‘’ricos’’ pertenecen a la clase dominante: son sometidos, tal como los tomadores de tierras.

  • La posición del gobierno ‘’grisecito’’, ‘’tibiecito’’, de Alberto Fernández, dirigente mucho más cercano a la socialdemocracia que al peronismo, y que no tiene ni el 1% del coraje y la determinación de quien lo puso en el sillón de Rivadavia. Es una posición que podría resumirse en ‘’no voy a dar nunca la discusión que hay que dar, porque eso pondría nervioso a los medios y a los poderosos. Pero tampoco puedo echar a toda esta gente a patadas y balazos, sin más, porque voy a perder apoyo de mis votantes’’. Así, Fernández baja la línea de ‘’tirar dos mangos’’ a los tomadores de las tierras, a modo de parche momentáneo, de manera de contentar al sector más progresista, y reprimir al que se oponga a irse, para apaciguar a sus detractores por derecha.

Pensar por fuera de la caja sería la siguiente -y tercera- posición: usar el Estado para algo DISTINTO, en este caso, generar un plan a largo plazo de distribución equitativa de tierras, pensar una contraprestación o retribución justa y asequible para los beneficiarios (que no implique cientos de miles de dólares como sucede en la actual coyuntura, algo absolutamente utópico para el trabajador promedio), y construir un discurso ‘’desde arriba’’ que se disponga a pelear contra el discurso mediático actual, a deconstruir el actual sentido común, y que diga, pensando por fuera de la caja, que el rol del Estado es el de igualar las oportunidades y garantizar la concreción de los derechos humanos más básicos. Cuando esto se logre, podrá continuarse con otras cosas, con otros pensamientos ‘’por fuera de la caja’’, por ejemplo, la ‘’renta universal’’, la total gratuidad de todos los servicios públicos, y la humanización general del sistema.
Foto: Pepe Mateos

Como cierre, volvamos a hacernos algunas preguntas que son incómodas porque todo por fuera de la caja es incómodo: si Argentina puede darle comida, empleo, y casa a toda su población, pero pese a eso tiene 45% de pobres, dos dígitos de desempleo, y media población sin casa… ¿no será el momento propicio para pensar por qué sucede esto? ¿Es normal? ¿Es justo? ¿Justo para quién? ¿Es realmente el enemigo el pobre que pelea por tener su casita, y se arma una casilla en un predio desocupado? ¿O no será el enemigo acaso el que pelea por mantener intacto este sistema de exclusión, el que trabaja día a día, incansablemente, para desalentar la idea de que pensemos por fuera de la caja?


Lo que todos deberíamos querer, y por lo cual deberíamos luchar mancomunadamente, es que en Argentina no haya más excluidos del sistema. Y cuando no haya más excluidos del sistema, debemos ir por el sistema.


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