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  • Foto del escritorCódigo Plural

Días como flechas

Por Armando Borgeaud

Diamantes como palabras



Donde se explica el nombre de la columna que hoy se inicia en Código Plural, a la vez capítulo inicial de la misma. Días como flechas, título del poemario de Leopoldo Marechal publicado en 1926, viene como anillo al dedo para encuadrar las miradas a esta realidad interesantísima hasta la desesperación que motiva a escribir hasta perder el aliento, desde el arte, el pensamiento, la Historia o lo que venga a tiro para opinar. Aquel escritor, erudito de pueblo, que sorprendía a Discepolín con ocurrencias de diamante cada vez que se quitaba la pipa de la boca, es a quien se homenajea justiciera y humildemente, al elegir una de sus obras como referencia permanente en este espacio


Igual que aquella tarde en la que descubrí el Adán Buenos Ayres y a su autor, Leopoldo Marechal, en la casa de mi amigo, el Negro Roque Mario Pereyra Da Luz, sería el otoño del 79, en su casa justo frente al Hospital de Zárate. Sobre una mesa habían quedado los regalos, aún no abiertos, de su cumpleaños y allí estaba la gruesa edición de Sudamericana, tapa negra, tras el papel azul araña y el infaltable moño del presente. Y porque el enamoramiento apasionado cuando uno es tan joven entrecorta la respiración, se lo pedí prestado, intuición pura ante lo desconocido que entraba por los ojos a oleadas, fue cómo surgió en mi cabeza el título de la columna que hoy inicio


Aquellas primeras páginas llenas de sol por Villa Crespo en carne viva la mañana en que despiertan a Adán Buenos Ayres para la vida incesante de talleres, negocios, olores, desopilantes mujeres viejas y jóvenes de ojos negros brillantes como alas de cuervo. Y desde allí a las páginas jamás tan bellamente escritas en los jardines donde Adán descubre el amor en su más transparente y angelical imagen imposible. Hay un entusiasmo peronista en el Adán libro, y no me pregunten por qué. Si no me lo preguntan, como decía San Agustín sobre el tiempo, lo podría responder con lujo de detalles. Es que Marechal sonríe de peronismo esperanzador cuando escribe tan caballero, tan elegante, tan reo y zumbón.

Y ni que hablar de su poesía de caballos, campos, flores, mujeres madurando de miel y pelo al viento.


Y sus otras novelas donde se cuenta la historia del país de los 40 con calesitas, elegías, parodias y pedorretas. Y si faltaba algo, Abelardo Castillo fue su amigo y admirador número uno. También Ernesto Sábato, por el que me enteré el desprecio que debió sufrir después de septiembre del 55.


Ahora sí tengo despejado el camino para iniciar la semana próxima la segunda columna en este espacio Días como flechas. Si Dios y la memoria marechaliana, lo permiten.


Pasen a la biblioteca, mientras tanto, a chusmear sobre Leopoldo Marechal. Hay para todos y todas


POEMA SIN TÍTULO

En una tierra que amasan potros de cinco años

el olor de tu piel hace llorar a los adolescentes.

Yo sé que tu cielo es redondo y azul como los huevos de perdiz

y que tus mañanas tiemblan,

¡gotas pesadas en la flor del mundo!

Yo sé cómo tu voz perfuma la barba de los vientos...

Por tus arroyos los días descienden como piraguas.

Tus ríos abren canales de música en la noche;

y la luna es un papagayo más entre bambúes

o un loto que rompen a picotazos las cigüeñas.

En un país más casto que la desnudez del agua

los pájaros beben en la huella de tu pie desnudo...

Te levantarás antes de que amanezca

sin despertar a los niños y al alba que duerme todavía.

(El cazador de pumas dice que el sol brota de tu mortero

y que calzas al día como a tus hermanitos).

Pisarás el maíz a la sombra de los ancianos

en cuyo pie se han dormido todas las danzas.

Sentados en cráneo de buey

tus abuelos fuman la hoja seca de sus días:

chisporrotea la sal de sus refranes

en el fuego creciente de la mañana.

(Junto al palenque los niños

han boleado un potrillo alazán...)

En una tierra impúber desnudarás tu canto

junto al arroyo de las tardes.

Tú sabes algún signo para pedir la lluvia

y has encontrado yerbas que hacen soñar.

Pero no es hora, duermen

en tu pie los caminos.

Y danzas en el humo de mi pipa

donde las noches arden como tabacos negros...

Leopoldo Marechal




Leopoldo Marechal (Buenos Aires, 1900 - 1970) Narrador, poeta, dramaturgo y ensayista argentino vinculado inicialmente al vanguardismo, aunque luego se orientó hacia posturas filosóficas neoplatónicas y de carácter nacionalista. Autor de Adán Buenosayres (1948), una de las novelas rupturistas que en la década de 1940 apuntaban hacia la superación del realismo dominante, Marechal pertenece al nutrido grupo de escritores que preludiaron el «Boom» de la literatura hispanoamericana de los años 60 y que serían reconocidos gracias a ese fenómeno editorial; en este sentido debe situársele junto a autores de la talla de Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Juan Rulfo, José María Arguedas o Agustín Yáñez.


Aunque esencialmente porteño, Leopoldo Marechal mantuvo estrecho contacto con la vida rural de Maipú, ciudad provinciana a la que iba a visitar a su tío, acompañándolo en sus viajes por el interior. Allí le llamaban "Buenos Aires", nombre que adoptaría para el protagonista de su famosa novela. A los dieciocho años quedó huérfano de padre y su condición de primogénito lo obligó a hacerse cargo de la familia: trabajó como maestro, bibliotecario y profesor de segunda enseñanza hasta 1955. Ocupó cargos públicos durante los gobiernos de Juan Domingo Perón, circunstancia que lo llevó al enfrentamiento con sus antiguos compañeros de generación literaria y relegó al olvido su obra, descubierta luego por las nuevas generaciones.


Fue poeta precoz: a los doce años escribió los primeros versos y publicó Los aguiluchos con poco más de veinte. Se vinculó a los grupos Proa y Martín Fierro. En 1926, en España, se relacionó con los redactores de La Gaceta Literaria y Revista de Occidente, mientras que en Francia se reunía con los pintores y escultores del llamado grupo de París: Antonio Berni, José Fioravanti y Lino Eneas Spilimbergo, entre otros.


Durante su segundo viaje a Europa, en 1929 (año en que publicó Odas para el hombre y la mujer), Leopoldo Marechal escribió los capítulos iniciales de Adán Buenosayres. Vivió hasta 1931 en París y a su regreso ingresó como redactor fundador al diario El Mundo y se reconcilió con la Iglesia católica. Publicó, entre otros, los poemarios Laberinto de amor (1936), dedicado a su primera esposa, Cinco poemas australes (1938), El centauro y Sonetos a Sophia (1940). En Descenso y ascenso del alma por la belleza (1939) dio cuenta de su poética, mientras que su postura estética y filosófica se encuentra en Cuaderno de navegación (1966). Enviudó en 1947 y en 1950 se unió a Elbia Rosbaco, inspiradora y destinataria de sus nuevos poemas.


Adán Buenosayres es a la vez alegoría, autobiografía y novela en clave que tiene como personajes a los exponentes de la vanguardia porteña, entre ellos Jorge Luis Borges. No fue bien recibida por la crítica, que la vio injusta y parcialmente como "una mala copia" del Ulises de James Joyce, y silenció lo esencial: su carácter insólito dentro de la tradición novelística en castellano, y la libertad igualmente inédita en el uso del lenguaje narrativo, aspectos que sólo destacó Julio Cortázar, por entonces un desconocido columnista que la saludó con lucidez y alborozo. Obra en clave, de gran vigor alegórico y satírico, escrita a partir de una perspectiva cristiana y platónica que encuentra su adecuado modelo estructural en la Divina Comedia de Dante, Adán Buenosayres se divide en tres partes: en la primera el protagonista, Adán, despierta y realiza una expedición con un astrólogo y un grupo de "martínfierristas" por las calles y las afueras de Buenos Aires; en la segunda figura la biografía espiritual de Adán ("El cuaderno de tapas azules"), y en la tercera cuenta el descenso al infierno de la oscura ciudad de Cacodelphia.


El banquete de Severo Arcángelo (1966) carece del andamiaje realista y en cierta medida costumbrista de la anterior, pero es asimismo una alegoría de cuño platónico. Megafón o la guerra (1970), su tercera novela, no alcanzó la riqueza de las anteriores, pero es una síntesis, en cierto sentido testamentaria, de las inquietudes políticas y metafísicas del autor, ligadas a la experiencia peronista.


Novelas

  • Adán Buenosayres (1948)

  • El banquete de Severo Arcángelo (1965)

  • Megafón, o la guerra (1970) (El libro estaba en prensa al fallecer su creador).

Cuentos

  • El rey Vinagre (1926)

  • El Niño Dios (1939)

  • Narración con espía obligado (1966)

  • El hipogrifo (1968)

  • El beatle final (1968)

  • Autobiografía de Sátiro (publicación póstuma, 1971)

Poesía

  • Los Aguiluchos (1922)

  • Días como flechas (1926)

  • Odas para el hombre y la mujer (1929) (Primer Premio Municipal de Poesía)

  • Laberinto de amor (1936) (Tercer Premio Nacional de Poesía)

  • Cinco poemas australes (1937) (Tercer Premio Nacional de Poesía)

  • El centauro (1940) (Primer Premio Nacional de Poesía)

  • Sonetos a Sophía (1940) (Primer Premio Nacional de Poesía)

  • Canto de San Martín o Cantata Sanmartiniana (estrenada en 1950, en el Cerro de la Gloria, Mendoza, Argentina)

  • Heptamerón (1966)

  • El poema de Robot (1966)

  • Poema de la Metafísica (publicación póstuma dedicado a su prematuramente fallecido nieto Ezequiel Destelles